Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto... (Mateo 6:6)
Mediante las sencillas palabras del versículo del encabezado, Jesús nos enseña un punto importante y quizás a menudo descuidado. Se trata de la necesidad de tomarse el tiempo de orar en un lugar privado, a fin de alejarnos de todo lo que nos distrae.
Para muchos de nosotros la vida cotidiana está llena de actividades, obligaciones, proyectos y distracciones que llenan rápidamente los espacios de tiempo libre. Debemos aprender a consagrar un tiempo para Dios en medio del ritmo de nuestras jornadas.
Cuanto más agitada sea nuestra vida, más necesario es detenernos cada día para estar a solas con el Señor.La meditación en Dios es opuesta a la dispersión y a la distracción. En esos momentos cuando estoy ante Dios por la fe, cuando hablo por medio de la oración, cuando lo escucho al leer la Biblia, veo claramente lo que Dios espera de mí, lo que es realmente importante; entonces recobro las fuerzas morales.
Esos momentos con el Señor son de una intensidad especial cuando pasamos por una prueba en nuestra vida. Dios espera que le hablemos con libertad sobre lo que nos agobia, en vez de quejarnos de los demás o de nuestras circunstancias. «Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.» (Filipenses 4:6-7).
Esforcémonos en tomarnos un tiempo para experimentar esta paz prometida por nuestro Padre que ve en lo secreto.
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