...Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente. (Apocalipsis 22:17)
Una mañana veraniega paseaba al borde de un río situado en un campo a donde yo iba a menudo desde mi infancia. Viendo correr el agua y escuchando el agradable ruido que producía, de repente me di cuenta de que el agua de ese río nunca había dejado de correr, n durante el día ni durante la noche, desde tiempos inmemorables. Entonces pensé en el siguiente pasaje: «El río de Dios, lleno de aguas» (Salmos 65:9).
Amigos cristianos, así es la gracia d Dios. Ella riega incansablemente nuestras vidas con su inagotable amor. ¡El río de Dios nunca se seca, pues Dios jamás dejará de amarnos!
Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. (1 Juan 4:16)El nivel de agua de un río aumenta o disminuye según la ausencia o abundancia de lluvia, pero Dios siempre permanece fiel; su amor nunca cambia. Por lo tanto, seamos quienes seamos, independientemente de nuestro pasado, estemos cargados o sedientos, podemos beber en el río de Dios, es decir, creer en su amor y recibirlo personalmente.
¿Nuestra alma tiene realmente sed de Dios, del Dios vivo? ¿Suspira usted por Dios, como el ciervo brama por las corrientes de las aguas? (Salmos 42:1-2).
¡Lo que falta no es el agua, sino la sed! Para que nuestras vidas no se sequen, tenemos que beber del agua del río de Dios, sacar el agua con gozo en las fuentes de la salvación (Isaías 12:3). Entonces seremos «...como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.» (Salmos 1:3)
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