!!Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Mateo 12:34)Hoy en día en el mundo moderno, muchas personas andan buscando "la buena vida". Para la mayoría de personas esto significa el acumular bienes materiales, lograr éxito dentro de una carrera, o conseguir reconocimiento por algún logro. Aunque ninguna de esta clase de hazañas en sí mismas son malas, tampoco son el camino del Señor hacia "la buena vida" y, con toda probabilidad, traerán sólo placeres pasajeros.
En Su palabra, el Señor nos ha mostrado el camino para llevar a cabo una vida de gozo y de paz, sin importar las circunstancias en las cuales nos pudiéramos encontrar: «¿Quién es el hombre que desea vida, Que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; Busca la paz, y síguela.» (Salmos 34:12-14)
Uno de los requisitos principales para alcanzar esta “buena vida” es dominar aquel miembro de nuestro cuerpo más difícil de controlar; nuestra lengua. Lograr esto requiere que también aprendamos a controlar otra parte de nuestro cuerpo, nuestra mente, porque la lengua sólo habla lo que está en nuestro corazón y en nuestra mente. Como dijo Jesucristo: “’...de la abundancia del corazón habla la boca.’” (Mateo 12:34)
Santiago se dirigió a nuestra necesidad de controlar la lengua cuando dijo: «Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.» (Santiago 3:2,6, 8-10)
En idioma hebreo, el hablar mal de otra persona es llamado «lashón jará». Literalmente significa «lengua mala», y era punible con la lepra en tiempos del Tabernáculo y tiempos del Templo. (vea Números 12)
Los israelitas han visto la destrucción de sus magníficos Templos, aquellas casas terrestres en donde el Creador del universo vino a morar con ellos. Se dice que el Señor permitió la destrucción del primer Templo por causa de la idolatría y el quebrantamiento del Sábado, mientras que permitió que el segundo Templo fuera destruido por causa de la falta de amor. Hablar mal es la forma máxima de expresión que denota la falta de amor, por eso también se enseña que el segundo Templo fue destruido por causa de «lashón jará». Esto, en sí mismo, demuestra la magnitud del pecado de la mala lengua. No debería tener ninguna parte dentro de las vidas de aquellos quienes están buscando seguir el camino de Jesucristo.
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Representación del saqueo por parte de los romanos en el Arco de Tito en Roma. |
El pecado de «lashón jará» es mucho más que solamente el hablar mal. Es el decir cualquier cosa que traiga algún tipo de daño o pérdida a otra persona, como por ejemplo:
- Haciendo un comentario que de cualquier forma rebaje o disminuya otra persona.
- Al hacer un comentario aunque no sea despectivo que hiera mentalmente, emocionalmente o espiritualmente.
- Contar un cuento o chisme de otra persona puede ser «lashón jará » aunque uno no mencione nombres, ya que alguien puede descifrar a quién uno se está refiriendo.
- Repitiendo un chisme, tanto si la historia es cierta cómo si no, y aunque el relato sea de conocimiento público.
- Si el resultado de tus palabras tiene un efecto negativo sobre otra persona.
La mala lengua, es algo que tiene aceptación amplia en el mundo que nos rodea. Esto es lógico sabiendo que es Satanás el príncipe de este mundo (Juan 12:31) y que es «padre de mentira» (Juan 8:44). Fácilmente podemos pensar que mucho de lo que pasa por ser noticias en los medios modernos es nada menos que «lashón jará» a escala internacional.
No solamente es condenable la mala lengua, también se considera pecado el oírlo, porque es el oyente complaciente quien capacita al parlante a cometer «lashón jará». Aunque el chisme sea verdad, no debemos escucharlo porque puede causarnos un cambio en nuestra opinión sobre la persona de quien se está hablando. Es de esta forma que cumplimos el mandamiento de: «No harás injusticia en el juicio,... mas con justicia juzgarás a tu prójimo» (Levítico 19:15)
En las escrituras abundan los pasajes advirtiéndonos en lo tocante a la inclinación de la lengua para hablar mal y meternos en problemas, pero también nos informa que si una persona controla su lengua, para que sólo hable el bien, su conversación se convertirá en un verdadero «árbol de vida» para ellos: «La lengua apacible es árbol de vida; mas la perversidad de ella quebranta el espíritu.» (Proverbios 15:4); «El que guarde su boca y su lengua, su alma guarda de angustias.» (Proverbios 21:23)
Una buena obra que todos podemos empezar hacer de inmediato es dejar de hablar «lashón jará». Tal acción, resultará ser una gran bendición para nosotros, tanto individualmente como colectivamente, porque: «Te confirmará Jehová por pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos.» (Deuteronomio 28:9)
«Amaréis, pues, al extranjero; porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.» (Deuteronomio 10:19).
Si una persona ama de verdad, no hablará «lashón jará» en contra de nadie. Esto incluye no tan sólo aquellos dentro de su propio círculo de familia y amistades, sino a todos los demás con quienes tenga contacto.
Jesucristo dijo: «Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Amad, pues, a vuestros enemigos [...] y seréis hijos del Altísimo...» (Lucas 6:32,35)
Es triste darse cuenta que gran cantidad de «lashón jará» se está hablando por parte de creyentes. Todos, en el pasado, hemos sido culpables de este pecado, y todos nosotros necesitamos arrepentirnos y determinar dejar de hablar mal de otros. Cuando alcancemos esa meta, de verdad seremos más abundantemente bendecidos, porque: «El que sigue la justicia y la misericordia hallará la vida, la justicia y la honra.» (Proverbios 21:21)
Aprendamos a orar como lo hizo el salmista: «Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios.» (Salmos 141:3)
«Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.» (Salmos 19:14)
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