viernes, 26 de febrero de 2016

Días calamitosos

Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. (Job 1:20-21)


Y un día... Job 1:13
¡Y qué día fué aquél! En pocas horas, Job perdió sus bienes y sus hijos. En un día semejante Jacob fué informado de que José había sido muerto, y David recibió la noticia de la muerte de su amado Absalom.

Sobrevendrán días como los descritos. Muy pocos escapan a su zarpa. Los proyectos se malogran, se pierden los ahorros de toda una vida, el médico no da esperanzas...

Cuando ocurre el desastre Jacob quizá se lamente diciendo: «Contra mí son todas estas cosas» aunque posteriormente José manifestó «Vosotros pensasteis mal... mas Dios lo encaminó a bien».

La gracia de Dios es suficiente tanto para el día calamitoso como para el día gris, pesado, cuando nada rompe la monotonía. El Señor Jesucristo le pidió a su Padre que protegiera a sus discípulos, Juan 17:11, y así lo fueron.

Sin embargo, tuvieron que hacer frente a la adversidad, y la mayor parte de ellos murieron de muerte violenta. El Padre los protegió empero y ninguno se perdió, con excepción del hijo de perdición.

Aunque bajo la protección, quizá nos confronten días cuando todo parece desmoronarse. Es posible que el cuerpo se enferme y sucumba; o tal vez la razón se debilite y ofusque. Pero aunque nuestro exterior perezca, el Señor Jesús protegerá nuestro verdadero ser.
Fué un día terrible para Job. Pero ese día fué el precursor de otro glorioso, cuando Job vió a Dios.

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