Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios. (Proverbios 16:18-19)
«Cuando prestaba mi servicio militar en la marina, en una ocasión salimos al mar con muy mal tiempo y poca visibilidad. De repente el vigía gritó: -¡Luz inmóvil a estribor! Eso significaba que en breve habría una colisión.
El capitán respondió al vigía: -¡Diga al navío de en frente que desvíe su trayectoria veinte grados! La respuesta no tardó en llegar: -Es a usted a quien sugiero hacerlo. El oficial insistió: -Estoy en un barco de guerra! El otro le respondió: -Y yo estoy en un faro! No hace falta precisar que cambiamos de rumbo».
Esta historia ilustra una tendencia muy generalizada: querer imponer nuestro punto de vista sin ni siquiera tratar de comprender a nuestro interlocutor. ¡Cuántas discusiones estériles e interminables, sin hablar de las que acaban en conflictos! Esforcémonos más bien por comprender al otro, con una buena actitud, y luego demos nuestro punto de vista.
¿Cuál es la principal causa de una actitud así? Nuestro orgullo. ¡Querer tener razón a toda costa es estéril e incluso peligroso en las relaciones humanas, pero todavía es más trágico cuando se trata de nuestra relación con Dios!
Quizás usted tiene algo contra Dios y ha decidido no creer más en Él, vivir sin Él. Pues le sugiero que le diga a Dios lo que tiene contra Él; luego escuche lo que Él quiere decirle por medio de la lectura de la Biblia, y pídale que se le revele. ¡Él lo hará, porque le ama a usted!
Así ha dicho Jehová [...] Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces. (Jeremías 33:2-3)
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