domingo, 13 de marzo de 2016

Sé tú mi roca fuerte

En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; líbrame en tu justicia. Inclina a mí tu oído, líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. (Salmos 31:1-2)


Ciertas regiones de nuestro planeta se ven afectadas de forma endémica por graves terremotos. Todos recordamos el terrible seísmo de marzo del 2011 en Japón y sus consecuencias catastróficas.

Hace algunos años los científicos publicaron el  «orld Stress Map». Esta obra, regularmente actualizada, informa sobre las fuerzas que están detrás de los movimientos de la corteza terrestre, en más de 14.000 partes del planeta. ¿Qué revela este estudio?  En muchas partes del mundo, los riesgos de terremotos son previsibles, y ciudades de varios millones de habitantes están en zonas muy críticas.

Esto nos asusta, y frases como: «No hay riesgo de que eso nos suceda», son cada vez menos realistas. En esta situación, los cristianos no ocupan un lugar privilegiado. Dios no nos garantiza que seremos guardados de las calamidades. Sin embargo, la promesa de nuestro Señor tiene más valor que la seguridad circundante. Jesús afirma: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).

El creyente, aquel que pertenece a Dios mediante la fe en Jesucristo, está seguro en Sus manos, incluso si la muerte viene. «El que cree en mí, aunque esté muerto vivirá», dijo Jesús (Juan 11:25).

Durante su vida también, en cada tempestad, el cristiano ve la mano de Dios que lo libra de grandes peligros. ¡Nunca está solo! ¡Esta es la promesa de Dios!
Estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé (Josué 1:5)

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