sábado, 12 de marzo de 2016

¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!

Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban. Alaben la misericordia de Jehová, y sus maravillas para con los hijos de los hombres. (Salmos 107:28-31)


Los evangelios relatan varios milagros que Jesús hizo a favor de hombres y mujeres desamparados, en medio del sufrimiento, de la desesperación.

Un día los discípulos, por orden de Jesús, salieron en una barca al lago de Tiberias. Jesús había subido a una montaña para orar. De repente se desencadenó una tempestad, las olas se echaban sobre la barca. Los discípulos trataban desesperadamente de agarrarse a algo; tenían la impresión de que iban a hundirse.

Pero mientras estaban asustados, ansiosos, vieron a alguien caminar sobre las aguas encrespadas. Creyeron que era un fantasma, una aparición, y cuando vieron que se acercaba, dieron voces de miedo. En medio de la desesperación, olvidaron que aquel que caminaba sobre las aguas solo podía ser su Maestro.

Entonces Jesús les dijo: «¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!». Cuando subió a la barca, el viento se calmó. Los discípulos clamaron: ¡«Verdaderamente eres Hijo de Dios»!.

¿Su vida se parece a una barca azotada por la tempestad? ¿Tiene miedo que se hunda? ¿Ya no sabe a qué agarrarse? Acérquese a Jesús y dígale: «Señor, ven a mi vida, sé mi Salvador, líbrame, dame la tranquilidad y la paz».
Cuando Jesús subió a la barca, el viento se calmó y las aguas se apaciguaron. ¡Esto también puede suceder en su vida!

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