Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. (Romanos 8:18)
Durante un año aproximadamente guardé el capullo de una mariposa emperador. Su construcción es muy peculiar. En una de sus extremidades tiene una abertura muy estrecha por la cual el insecto fuerza su salida. Es una maravilla el ver que cuando el gusano sale del capullo, éste permanece tan completo como cuando contenía al insecto.
La gran desproporción que existe entre la anchura de la salida y la grosura del insecto aprisionado, le hace a uno creer que la salida es imposible, la cual el gusano siempre la realiza con gran trabajo y dificultad. Se supone que la presión a que el insecto se halla sometido al pasar por una abertura tan estrecha, es una provisión de la naturaleza para forzar los jugos en las vasijas de las alas, las cuales en el período de salida de la crisálida están menos desarrolladas que en otros insectos.
Observé los primeros esfuerzos que mi gusano aprisionado hizo para escapar de su largo encarcelamiento. Me paré toda una mañana, observando con paciencia de vez en cuando los esfuerzos y la lucha que éste realizaba para salir del capullo. Parecía que no podía ir más allá de un cierto punto, hasta que por fin se me terminó la paciencia.
Muy probablemente las fibras de su confinamiento estaban más secas y eran menos elásticas que si se hubiese dejado el capullo durante todo el invierno en el lugar que la naturaleza lo había colocado. De cualquier forma, yo creí que era más sabio y compasivo que su Hacedor, y decidí echarle una mano.
Con las puntas de mis tijeras corté los hilos aprisionadores para ayudarle a tener una salida sin tantos esfuerzos. Inmediatamente mi gusano pudo salir fácilmente arrastrando su cuerpo hinchado y sus alitas arrugadas.
En vano esperé ver el maravilloso proceso en que estos insectos se desarrollan con gran rapidez a la vista de uno. Al fijarme en los muchos y diversos lunares de diferentes colores que el insecto poseía en miniatura, anhelaba que estos asumiesen sus debidas proporciones y que el insecto apareciese en todo su esplendor.
Pero todo fue en vano. Mi compasivo sentimiento, causó su ruina, y él no llegó a ser otra cosa sino un aborto sin desarrollo, que pasó su breve vida arrastrándose penosamente, en vez de habérsela pasado volando por los aires con sus preciosas alas.
Con mucha frecuencia me he acordado de ésto cuando he observado con lástima a aquellos que luchan con el dolor, el sufrimiento y la calamidad. De buena gana hubiese cortado su «disciplina» y los hubiese rescatado. ¡Pero pobre miope! ¿Cómo puedo yo saber que estos dolores o gemidos son innecesarios?
La visión del amor sublime que busca la perfección de su objeto, no se acorta débilmente por el sufrimiento presente y pasajero. El amor de nuestro Padre es demasiado verdadero para debilitarse. Porque El amó a sus hijos, El los disciplina para que participen de Su santidad.
Mirando este glorioso porvenir, Dios permite que pasemos por dolorosas pruebas haciéndonos perfectos (como Jesucristo) por medio de este sufrimiento. Los hijos de Dios somos entrenados para la obediencia y llevados a la gloria por medio de mucha tribulación.
Un bonito vídeo que muestra en tiempo reducido el nacimiento de una Mariposa monarca, espero que les guste!
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