Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. (1 Juan 3:18)
En su Treasury of Quotations, F.B. Proctor, relataba la siguiente historia: Un hombre estaba tratando de conseguir ayuda financiera para una viuda que estaba en gran necesidad, pero sus esfuerzos encontraban poco éxito. Incluso así, la mayor parte de las personas con las que contactó expresaban su tristeza acerca de la problemática situación de la pobre mujer.
Pero este hombre, muy preocupado, rehusó abandonar sus esfuerzos, y con grandes esperanzas se fue a ver a un conocido muy rico, pero éste también rehusó dar ayuda. Al negarse a la petición, el rico dijo: «Pero sí quiero que sepas, que realmente lo siento mucho por esta pobre mujer.» El que había estado pidiendo la ayuda respondió: «Estoy seguro de que lo sientes. Pero me temo que no lo sientes donde lo deberías sentir.» «Oh, si, lo siento -insistió el hombre-, lo siento profundamente en mi corazón.» El primero respondió: «Éste es el problema. Lo sientes en el sitio erróneo. Me gustaría que estos sentimientos los tuvieras también en tu bolsillo.»
Está clara aquí la ilustración: donde mejor se refleja el amor es en el acto de dar. Dios amó tanto al mundo que dio a Su Hijo. Expresamos nuestros afectos hacia Él, al darnos a nosotros mismos, nuestro tiempo y nuestras posesiones.
Estoy convencido de que una de las mejores maneras de demostrar nuestro amor hacia el Señor Jesús, es mediante el apoyo a la iglesia local en la que la Palabra de Dios es honrrada, creída, predicada y obedecida. Un interés genuino por la causa de Cristo demanda más que meras palabras: exige acción. ¡Si, los sentimientos de nuestro corazón deben llegar también a nuestro bosillo!.
PENSAMIENTO: Guárdate del cristiano con la boca abierta y el bolsillo cerrado.
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