Cargando
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. - Efesios 6:12

 
LAS ÚLTIMAS NOTICIAS Y ARTÍCULOS
 

domingo, 27 de marzo de 2016

Perseverar en la oración


Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano... (2 Reyes 20:5)
Lectura recomendada: Lucas 18:2-5

Después de la Segunda Guerra Mundial era casi imposible ir a China. Sin embargo, eso era lo que yo realmente deseaba hacer.

Oí hablar de un pequeño barco que iba hasta Shanghái, pero no era de pasajeros. A pesar de ello cada día iba a la oficina de la compañía y preguntaba si podía embarcar. El empleado, aunque era muy amable, siempre rechazaba mi solicitud.

Al día siguiente volvía a insistir, hasta que un día el hombre me dijo: Debe ser muy molesto venir tan a menudo. Déjeme su número de teléfono y le llamaré cuando pueda satisfacer su petición. Le aseguré que yo no tenía nada más que hacer y que volvería cada día. Le dije que no lo iba a dejar tranquilo. ¡Al día siguiente obtuve mi billete!

G.C. Willis

Esta historia ilustra la actitud que el Señor nos pide cuando oramos (Lucas 18:2-5). Orar una y otra vez, otra vez, sin dejarnos vencer por el desánimo, hasta que la oración sea contestada.

Sin embargo hay una condición: "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él (Jesucristo) nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho". (1 Juan 5:14-15).

Si estamos seguros de que nuestra petición es conforme a la voluntad de Dios, accionemos con fe esa palanca de la oración perseverante. ¡Y los cerrojos de hierro se romperán!

Si nuestra petición no es conforme a su voluntad, Dios nos dirá «no» y nos aclarará esta respuesta, siempre fortaleciendo nuestra fe (véase 2 Corintios 12:9).

Blogger Tricks

sábado, 26 de marzo de 2016

La autosugestión

¿Y a dónde huiré de tu presencia? ...Aun las tinieblas no encubren de ti  (Salmos 139:7,12)


Hay personas que aseguran que la fe cristiana tiene alfo de autosugestión, es decir, que a fuerza de persuadirse de ciertas cosas, estas acaban por hacerse verdades para uno. Algunos dirán: «¿Cree en Dios? Mejor si existe para usted. Pero yo no creo; ¡no es culpa mía!».

¿Cree usted en la existencia del sol? ¡Por supuesto, pues nos da luz y calor! Creer en el sol no es autosugestión. El sol existe, dígase lo que se diga de Él, esto no cambiará nada. ¿Y usted afirma que la existencia del Dios Creador, cuyas obras son visibles para todos, depende de la idea que nos hagamos de Él?

Para algunos existe, pero para otros no… ¿Mi creencia en Él hará que exista? ¿Mi incredulidad hará que desaparezca? ¡Imposible!

Dios existe desde siempre y para siempre. Es una solemne realidad a la cual nada podremos cambiar, pues no depende de nosotros, está por encima de nosotros. Un día u otro tendremos que llegar a esta conclusión. Adoptar la estrategia del avestruz no nos pone al abrigo del juicio que merecen nuestros pecados.


La naturaleza da testimonio de la existencia y sabiduría de Dios. Pero Dios se manifestó en la persona de su Hijo como un Dios de amor y un Dios que perdona. ¡Qué buena noticia! Lea el relato de la vida de Jesús en los evangelios. Se trata de hechos muy reales, verdaderos.

Así aprenderá que Dios nos amó tanto que dio a su Hijo para nuestra salvación.


...¿Por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay. (Hechos 14:15)

viernes, 25 de marzo de 2016

El haya y la ardilla

La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría... (Colosenses 3:16)


Mientras estaba sentado bajo un haya de gran tamaño, admiraba ese espléndido árbol entre todos los demás y me decía: La ardilla, pequeño animal muy vivo y ligero, aprecia este árbol aún más que yo.

La veo saltar de rama en rama, y seguramente quiere mucho a este viejo árbol porque en alguno de sus huecos tiene su casa, las ramas le sirven de protección y el fruto de alimento. Vive del árbol, él es toda su vida: su despensa, su casa. En cambio yo tengo mi casa y mi comida en otro sitio.

Deberíamos imitar a las ardillas con respecto a la Palabra de Dios, permaneciendo en ella y viviendo de ella. Ejercitemos nuestras mentes saltando de una a otra de sus ramas, refugiémonos en ella, hagamos de ella lo más precioso del mundo para nuestra alma. Sacaremos gran provecho si ella se convierte en nuestra armadura, nuestro reposo y nuestra delicia.

Con esta comparación muy llamativa, el predicador inglés Charles Spurgeon (1834-1892) subrayó la importancia que tiene para el cristiano permanecer en “la Palabra”. Para ello, leámosla más y más, memoricemos sus enseñanzas, sus promesas y sus advertencias para luchar contra la duda, la tentación y el desánimo.

Cuanto más almacenemos esta Palabra en el granero de nuestras mentes, tanto más podremos vivirla y hacerla viva para otros.

¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.

Me regocijo en tu palabra como el que halla muchos despojos.
(Salmos 119:9-11,162)

jueves, 24 de marzo de 2016

¿Dónde estás tú?

...El hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? (Génesis 3:8-9)


La Biblia contiene muchas preguntas, y a menudo es Dios quien interroga al hombre. Hoy nos detendremos en una de ellas.

La primera pregunta que Dios hizo al hombre es muy significativa: “¿Dónde estás tú?”. ¿Dónde estaba Adán cuando Dios le habló? Se había escondido para que Dios no lo viese; le había desobedecido y tenía la conciencia cargada; debido a ello tenía miedo y desconfianza.

Sin embargo Dios lo llamó. ¿Iba a dejarlo en ese estado de vergüenza y ensimismamiento, y luego juzgarlo? No, Dios quería ayudarle, deseaba su bien, por ello le habló, lo interrogó y lo invito con bondad a arrepentirse.

Deseaba que Adán volviese a confiar en Dios, y fue lo que sucedió: Adán reconoció que había desobedecido; escuchó lo que Dios le dijo sobre las consecuencias de sus faltas pero también lo que había preparado para solucionar ese problema.

Al final Adán, confiado en la gracia de Dios, dio a su mujer este hermoso nombre: “Eva” (palabra hebrea relacionada con el vocablo “vivir”), en tanto que la muerte acababa de entrar en el mundo mediante el pecado (Romanos 5:12).

Luego Dios cuidó de esa primera pareja y les dio lo necesario para vestirse. Así podrían enfrentarse a su nueva condición.

“¿Dónde estás tú?”, es la pregunta que Dios hace a cada uno de nosotros, y yo también tengo que hacérmela: «¿Dónde estoy? ¿Lejos de Dios? ¿Desconfiado y con mala conciencia?».

Por mi parte, he aceptado el diálogo con Dios y su veredicto sobre mis faltas, pero, ¡qué gozo!, también acepté su gracia y su perdón.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Mi búsqueda de la verdad (2)

Oh Señor, por todas estas cosas los hombres vivirán, y en todas ellas está la vida de mi espíritu; pues tú me restablecerás, y harás que viva. He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados. (Isaías 38:16-17)


Testimonio de una joven artista (parte 2 de 2)

Solo habían pasado tres días desde que había escuchado explicar la Biblia por primera vez. Pero alli, en mi habitación, entregué mi vida al Mesías, al Señor Jesucristo.

¡Había nacido de nuevo! ¡Tenía una nueva vida! ¡Ya no era más Rosa! De repente me eché a reír; cosa quizá no muy respetuosa, pero necesitaba reír de gozo y de alivio. Durante toda mi vida había ido en busca de algo más grande y mejor. ¡Ahora comprendía que lo que estaba buscando era a Jesús! ¡Y no tenía a nadie con quien compartir mi alegría!

Volví a tomar mi Biblia y empecé a leer el libro de Isaías. Es como si cada palabra estuviese escrita para mí. Llegué al capítulo 38:17 "Amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados"

Una gran luz me llenó. Era como si mi alma se extasiase, como si bailase al igual que lo hacía en otro tiempo con mi cuerpo. En el espejo veía mi rostro reflejar ese gozo. ¡Después de tantos años de angustias, luchas y aspiraciones, al fin había encontrado la paz!

Si no hubiese sido tan tarde, hubiera bajado a la calle para contar a los transeúntes lo que me había sucedido. Al día siguiente me fui corriendo a la sala de reuniones cristianas; estaba tan emocionada que casi no podía hablar. Pero las palabras sobraban, pues bastaba con verme para saber qué me había sucedido.

Rosa Warmer

Por tanto, así dijo Jehová el Señor: He aquí que mis siervos comerán, y vosotros tendréis hambre; he aquí que mis siervos beberán, y vosotros tendréis sed; he aquí que mis siervos se alegrarán, y vosotros seréis avergonzados; he aquí que mis siervos cantarán por júbilo del corazón, y vosotros clamaréis por el dolor del corazón, y por el quebrantamiento de espíritu aullaréis. (Isaías 65:13-14)

martes, 22 de marzo de 2016

Mi búsqueda de la verdad (1)

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu,[a] espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. (Juan 3:6-7)


Testimonio de una joven artista

Aquella noche, mientras leía la Biblia, experimenté un cambio en mí. Cada vez más emocionada, era como si alguien me empujase a buscar la verdad.

Tenía treinta años. En mi infancia había sufrido mucho debido a mi carácter terco, a esa tendencia irresistible a la rebelión. Durante mis años de estudios de danza clásica, de artista y de escultora, había aceptado todas las ideas que encontraba en mi camino, sin preocuparme por sus efectos nefastos.

Había pasado por el fracaso matrimonial, el naufragio de todos mis proyectos y sueños, el dolor causado por la muerte de mi padre, pensamientos suicidas me habían atormentado, y esos tiempos horribles de la guerra mundial de 1939-1945.

Aquel día, por primera vez, un rayo de luz iba creciendo a medida que leía. En el tercer capítulo del evangelio según Juan, Jesús dice a Nicodemo que tiene que nacer de nuevo.

¡Nacer de nuevo! ¿Cómo es posible? ¿se refiere a empezar una nueva vida? Hasta ahora había arruinado todo. Una insoportable desesperación me invadía. ¡Pero justo en ese momento mi conciencia se despertó a la gracia de Dios!

Su gracia me había guardado muchas veces del suicidio, cuando estaba a punto de quitarme la vida. Sin que yo me diese cuenta, Dios había actuado, a pesar de mis pecados, mis sarcasmos y mi incredulidad.

No recuerdo cómo me arrodillé en mi pequeña habitación, pero recuerdo cuánto oré, por primera vez en mi vida. ¡Así mi inmenso orgullo enmudeció!

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3)

lunes, 21 de marzo de 2016

¡Es un hecho!

Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí. (Juan 10:25)


El evangelista Juan nos cuenta la historia de un hombre ciego de nacimiento que tuvo un encuentro con Jesucristo.

Una vez curado, no pudo explicar el milagro, pero de todos modos eso no era lo que importaba. Había recibido la vista y eso le bastaba: "Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo" (Juan 9:25).

Ante los representantes de la autoridad se mostró perfectamente firme y tranquilo: «Pueden decir lo que quieran para convencerme de que mi curación es teóricamente imposible, pero yo seguiré diciendo: " habiendo yo sido ciego, ahora veo"».

Hasta ahí ese hombre no veía el mundo como es, ni a Dios, quien vino al mundo en la persona de Jesús. Pero sus ojos le fueron abiertos y pudo ver el sol brillar, la gente caminar y a Jesús delante de él.

Entonces se dio cuenta de que había sido objeto de un milagro y creyó que Jesús es Dios, quien vino a la tierra en forma humana.

El cristianismo está basado en hechos,  incluso si nuestra razón no puede comprenderlo todo. Se acepta por la fe y luego se vive día a día. Perderíamos nuestro tiempo, y haríamos que usted también perdiese el suyo, si tratásemos de probarle que el Evangelio es verdad. Pero, ¿es usted consciente de su ceguera?

Entonces recíbalo, y luego podrá decir, como ese pobre hombre: «Yo era ciego, no era consciente de mi miseria, ni de las exigencias de Dios, ni de su amor. Pero ahora Jesús, mi Salvador y Señor, me abrió los ojos y veo».

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. (1 Juan 5:10)