...Estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor... (Filipenses 3:8)
Mishka nació en una familia de brahmanes, la casta superior en el sistema hindú. Había practicado el yoga y la meditación, indispensables, según su religión, para ponerse en relación con la divinidad.
Cuando llegó a la adolescencia empezó a preguntarse si realmente podía encontrar a Dios adorando a los ídolos de los templos hindús. Entonces empezó a leer atentamente la Biblia, sobre todo la vida de Jesucristo.
Admiraba a Jesús por su humildad, pero ¿realmente era el Hijo de Dios? También había notado la paz que caracterizaba a numerosos cristianos, paz que los muchos años de meditación no habían podido darle. Pero, a pesar de todo, Mishka estaba decidido a encontrar la verdad en su religión hindú.
Un día, por primera vez comprendió, mediante una película sobre la vida de Cristo, que Jesús había sufrido en su cuerpo de hombre. Antes pensaba que Jesús se había servido de su poder sobrenatural para escapar a los dolores de la crucifixión.
Mishka se preguntó cómo Jesús había podido sufrir tal suplicio por los pecadores. Los sufrimientos y la muerte de Cristo lo tocaron profundamente. Por esta prueba de amor tan grande, Mishka se convenció de su estado de pecador y de la necesidad del sacrificio de Cristo.
Decidió abandonar su brillante estatus de brahmán y confiar en Jesús, el Salvador. Más tarde declaró: «Las cosas de este mundo han perdido su encanto» Mishka había descubierto la verdad central del cristianismo: Jesús, el Salvador del mundo.
...Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios... (1 Pedro 3:18)
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