Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. (Filipenses 1:2)
Lectura recomendada: Filipenses 1:1-11
Después que los comunistas consiguieran el control de la China continental en 1949, decenas de miles de refugiados invadieron Hong Kong, trayendo consigo pobreza, miseria y desesperanza.
Un hombre cristiano que trabajaba allí recuerda como sintió una gran compasión por los niñitos en harapos que vio jugando por las calles. Él llegó a conocer y a querer a varios de ellos con gran afecto, y eso marcó una gran diferencia.
Un niño que conocía ya de varios años le mostró sus zapatos. Ambos tenían agujeros en las suelas, exponiendo sus pies desnudos. Sin dudarlo un momento, el hombre le dio unos zapatos nuevos y le compró también un abrigo. «Cuando se lo di», recuerda él, «se subió a mi rodilla, hundió su cabeza en mi hombro, con el corazón demasiado lleno para hablar».
La acción de aquel hombre fue gracia en acción, pero gracia movida por amor.Igualmente fue el amor lo que movió al Padre celestial a extender su inmerecido favor sobre pecadores culpables y condenados. Esto es lo que significa por la gracia de Dios. Es un tema entrañable para el apóstol Pablo, y aparece una y otra vez en sus epístolas.
La gracia de Dios a ti y a mí viene desde Su gran amor que envió a Su Hijo Jesús para que muriera en la cruz por nuestros pecados. ¡Alabémosle cada día por Su gracia infinita e incomparable!
PENSAMIENTO: La gracia de Dios es un infinito amor expresándose a sí mismo a través de una infinita bondad.
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