...No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá. (Éxodo 33:20)
Así como no basta escuchar los pasos en el piso superior para conocer al vecino que vive allí, para conocer a Dios tampoco basta con saber que existe.
¿Quién es Dios? No podemos explicarlo. Si tratásemos de hacerlo, sería creernos superiores a Él. «¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? dice el Santo.» (Isaías 40:25).
Él está por encima de todo, en el origen de todo, y es dueño y Señor de todo. Pero, ¿cómo acercarnos al Dios invisible, «...que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver...» (1 Timoteo 6:16). Sabiendo que es el Todopoderoso, el Creador del universo, ¿cómo podemos pensar en su grandeza sin sentir vértigo? ¿Quién puede verlo y vivir?
Sin embargo, Dios desea revelarse a cada uno de nosotros, no para aplastarnos debido a su majestad, sino todo lo contrario. Él nos invita a cada uno a ir a Él, porque nos ama. Dios mismos se acercó a nosotros por medio de Jesucristo, haciendo prueba de la mayor humildad.
Jesús el Cristo se humilló hasta la muerte de la cruz para quitar todo obstáculo. Como único mediador entre Dios y los hombres, se dio en rescate por todos. (1 Timoteo 2:5-6). Todos los caracteres de Dios brillan en Jesús para todo el que cree en Él.
Todo lo que Dios es lo conocemos mediante el Mesías, y a través de su Palabra, la Biblia, es puesto al alcance de la fe. Allí vemos su misericordia, su gracia, paz, justicia, santidad, poder, sabiduría...
Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; Y su entendimiento es infinito. (Salmos 147:5)
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