¿Y a dónde huiré de tu presencia? ...Aun las tinieblas no encubren de ti (Salmos 139:7,12)
Hay personas que aseguran que la fe cristiana tiene alfo de autosugestión, es decir, que a fuerza de persuadirse de ciertas cosas, estas acaban por hacerse verdades para uno. Algunos dirán: «¿Cree en Dios? Mejor si existe para usted. Pero yo no creo; ¡no es culpa mía!».
¿Cree usted en la existencia del sol? ¡Por supuesto, pues nos da luz y calor! Creer en el sol no es autosugestión. El sol existe, dígase lo que se diga de Él, esto no cambiará nada. ¿Y usted afirma que la existencia del Dios Creador, cuyas obras son visibles para todos, depende de la idea que nos hagamos de Él?
Para algunos existe, pero para otros no… ¿Mi creencia en Él hará que exista? ¿Mi incredulidad hará que desaparezca? ¡Imposible!
Dios existe desde siempre y para siempre. Es una solemne realidad a la cual nada podremos cambiar, pues no depende de nosotros, está por encima de nosotros. Un día u otro tendremos que llegar a esta conclusión. Adoptar la estrategia del avestruz no nos pone al abrigo del juicio que merecen nuestros pecados.
La naturaleza da testimonio de la existencia y sabiduría de Dios. Pero Dios se manifestó en la persona de su Hijo como un Dios de amor y un Dios que perdona. ¡Qué buena noticia! Lea el relato de la vida de Jesús en los evangelios. Se trata de hechos muy reales, verdaderos.
Así aprenderá que Dios nos amó tanto que dio a su Hijo para nuestra salvación.
...¿Por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo, que hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay. (Hechos 14:15)
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