No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré...
Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído. (Isaías 41:10; 65:24)
En una casa de los Highlands escoceses (Tierras Altas de Escocia) vivía una viuda cristiana desde su juventud, sola y sin recursos.
Era pleno invierno y las provisiones faltaban. La reserva de harina de avena necesaria para su sustento diario se había acabado. La viuda se fue a su cama confiando que al día siguiente tendría qué comer. Pero en la mañana se levantó una tempestad de nieve; los caminos quedaron bloqueados y no había forma de ir a buscar ayuda.
Entonces encendió el fuego, puso agua y sal en la olla... «Ahora» se dijo la mujer, «el resto se lo voy a pedir al Señor». Entró en su habitación, se puso de rodillas y, después de haber dado gracias a Dios por haber cuidado de ella siempre, le expuso su preocupación.
Mientras oraba, le pareció escuchar que alguien llamaba a la puerta. ¡Si! Los golpes eran cada vez más audibles. Abrió la puerta y reconoció, toda cubierta de nieve, a la hija de un granjero vecino, quien entró y puso un saco en el suelo.
-No sé que le pasa a mi padre hoy, pero no me dejó tranquila hasta que vine a traerle estas provisiones y... Pero de repente interrumpió su discurso al ver a la anciana que, sin escuchar más, juntando las manos, agradecía a Dios en voz alta.
Clemente y misericordioso es Jehová. Ha dado alimento a los que le temen... (Salmos 111: 4-5)¿No le gustaría a usted conocer a un Dios así, «vivo y verdadero»? (1 Tesalonicenses 1:9) ¡Ese Dios se da a conocer mediante la Biblia!
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