La postura del pródigo

Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. (Mateo 5:3)

Lectura recomendada: Lucas 15:11-24

Se cuenta la historia de un artista que buscaba un modelo para pintar el hijo pródigo. Un día vio a un mendigo por la calle, y le pidió que fuera a tu estudio para posar para él, prometiéndole pagarle por ello.

Al tiempo señalado llegó aquel hombre, bien afeitado y bien vestido.  «¿Quien es usted?» preguntó el artista. «Soy el mendigo -pero pensé que sería mejor que me limpiara antes de que me pintara.» «¡No me sirve tal como está ahora!», dijo el artista, y lo despidió.

Todos los que vienen a Jesús para recibir la salvación tienen que llegar tal como están. Confía sencillamente en Cristo, sin pretender nada de tus propios méritos: esto es lo que Dios espera. Y esta actitud es también la clave del crecimiento en la gracia y una vida de servicio útil.

Después de ser salvos, podemos empezar a pensar que debemos limpiarnos a nosotros mismos a fin de mostrarnos dignos. La soberbia y el orgullo nos ciegan a la verdad de que, en tanto que tenemos que «obrar» nuestra salvación, es Dios quien en nosotros «produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad» (Filipenses 2:12-13). Pablo lo expresó de esta manera: «El que se gloría, gloríese en el Señor.» (1 Corintios 1:31). Nuestra parte es dejar que Él obre en nosotros.

Es necesario un reconocimiento honrado de nuestra constante necesidad espiritual para nuestro progreso espiritual continuado. En tanto que nuestra salvación es de una vez por todas, aquel sentimiento básico de necesidad que ocasionó nuestra respuesta inicial al Señor Jesús tiene que ser mantenido diariamente, momento a momento, a fin de que el Espíritu Santo nos controle. 

Dios solamente puede utilizar a aquellos que confían en Él y que mantienen una postura de pródigo a través de toda la vida.

PENSAMIENTO: Si crees que la humildad es debilidad, ¡intenta ser humilde una semana entera!