(Jesús dijo) No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. (Juan 17:15)
En medio de un mundo agitado que nos asedia cada día con sus imágenes de guerra, de injusticia, sufrimiento e inmoralidad, ¿es posible no acostumbrarse al mal y encontrar una ocasión para hacer una reflexión personal?
¿Debemos hacer como todo el mundo, es decir, dejarnos llevar por la corriente general impuesta por los medios de comunicación?
No dejemos que el mundo forme nuestros pensamientos. La Palabra de Dios nos interpela a todos: «Mirad a mí». Reconozcamos que detrás de esta urgente invitación está el amor de Dios por todos los hombres. «Sed salvos», nos dice.
Es necesario alejarse de los ruidos de este mundo para poder reflexionar. No se trata de salir del mundo, sino de cambiar de horizonte y ver al mundo, que está lleno de pecado, como Dios lo ve.
Esta actitud nos lleva por el buen camino, camino quizá difícil, a contracorriente, pero que desemboca inmediatamente en la puerta de entrada hacia Dios. Pasa inevitablemente por la cruz del Calvario, donde Jesucristo nos invita a conocer su amor y a recibir la verdadera vida.
Solo Jesús puede declarar: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14:6), es decir, solo Él da esa vida divina, alimentada por la Biblia. Solo Él podrá darnos los verdaderos puntos de referencia, una mirada y una reflexión justa sobre nuestra vida, sobre la situación del mundo, pero también sobre nuestro futuro.
¡Volvámonos a Cristo para hallar la fuente de la luz!
Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. (Juan 6:68)
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