miércoles, 10 de febrero de 2016

El fundamento de nuestra fe

Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. (1 Corintios 15:20-21)


Los cuatro evangelios relatan un acontecimiento misterioso que tuvo lugar el tercer día después de la muerte de Jesús. Lo que sucedió sale del marco habitual de la experiencia. ¡Jesús resucitó! ¡Eso parece inverosímil, absolutamente imposible!

Los hombres siempre se han hecho preguntas sobre la resurrección. Incluso los discípulos de Jesucristo, cuando supieron que la tumba estaba vacía, tardaron en creerlo. Jesús tuvo que mostrarse de manera visible probándoles que Él era el mismo que había estado con ellos antes. Comió y bebió con ellos, y les habló. Solo después de esto creyeron que realmente había resucitado.

Para no olvidar nada, generalmente anotamos los acontecimientos de los cuales fuimos testigos. Esto fue lo que los primeros cristianos hicieron con respecto a la resurrección.

Lo que nos llama la atención al leer sus testimonios consignados en los evangelios por medio del Espíritu Santo es la sobriedad de los relatos. No resaltan de forma desmedida el lado milagroso, humanamente increíble, imposible, sino más bien el significado del acontecimiento y su alcance para cada uno de nosotros: la resurrección de Jesús es el fundamento de la fe cristiana.


Es el fundamento de la fe porque es la prueba de que no todo se acaba con la muerte, sino que la muerte fue vencida por la sangre de Cristo en aquella cruz.
...Decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón. (Lucas 24:34)

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