domingo, 7 de febrero de 2016

La conversión de Charles Spurgeon

...No hay más Dios que yo; Dios justo y Salvador; ningún otro fuera de mí.
Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. (Isaías 45:21-22)


«Vivía en un país cristiano, tenía padres cristianos, pero no había comprendido la simplicidad del Evangelio». Así se expresaba Charles Spurgeon, el célebre predicador inglés del siglo XIX.

Cuenta cómo, durante años, se sintió aplastado por el peso del pecado, pese a llevar una vida honesta y recta. Sentía la necesidad de ser salvo por Dios, pero ¿cómo? Con la esperanza de hallar una respuesta a sus necesidades espirituales, el joven Charles iba de una iglesia a otra a escuchar sermones y más sermones...

Todo resultó en vano. ¡Nada de lo que escuchó respondió a su pregunta! Hasta un domingo en la mañana de Enero de 1850. Por aquel entonces tenía 15 años. Como esa mañana nevaba mucho, no pudo ir a la iglesia de su elección y decidió cruzar la puerta de una modesta capilla.

Imagen de Charles Spurgeon muy joven

Unas doce personas estaban esperando al predicador habitual. Cuando comprendieron que este no vendría, seguramente impedido por la nieve, hubo un largo silencio.

Al fin un hombre muy sencillo, claramente poco instruido, se levantó y leyó un corto texto de la Biblia:
Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. 
Ese predicador improvisado tenía dificultad para leer correctamente, pero al joven Charles le pareció que en ese mismo texto había como una luz de esperanza que se encendía para él.

Una corta predicación siguió a la lectura del texto de Isaías 45:22:
«Mis queridos amigos, es realmente un texto muy sencillo; dice: "Mirad". ¡Es muy fácil mirar! No hay que hacer demasiados esfuerzos para mirar. ¡Cualquiera puede hacerlo, incluso un niño! Jesucristo dijo que lo mirásemos a Él. Muchos de nosotros nos miramos a nosotros mismos. Pero eso es inútil, pues nunca vamos a encontrar el descanso en nosotros»

Luego el predicador continuó diciendo:
«¡Miren a Jesucristo, cuyo sudor fue como grumos de sangre! ¡Mírenlo colgado en la cruz! ¡Mírenlo a Él, quien murió y fue sepultado! ¡Mírenlo a Él, quien resucitó! ¡Mírenlo a Él, quien subió al cielo! ¡Mírenlo sentado a la diestra del Padre! ¡Oh, pobre pecador, mire a Jesús!».

Al final, el hombre notó que había un nuevo rostro e interpeló a Charles Spurgeon: -Joven, pareces triste, y siempre estarás triste si no obedeces a lo que dice la Palabra de Dios. Pero si lo haces ahora, en este mismo instante, serás salvo. Joven, mira a Jesucristo.

Más tarde, Charles Spurgeon diría:
«En ese momento vi el camino de la Salvación. Hice la cosa más sencilla de todas: creer en Cristo crucificado, aceptar su salvación perfecta, no ser nada y dejarle a Él ser todo, no hacer nada sino confiar en lo que Él hizo. Nunca olvidaré ese día tan feliz cuando hallé al Señor».

La historia de la conversión de Charles Spurgeon deja claro el hecho de que toda persona, a pesar de su rectitud moral, sus costumbres religiosas sinceras y su deseo de hacer el bien, es un pecador que necesita encontrar la paz en Dios.

Aunque cada conversión es única, hay tres puntos comunes a todas:
  1. Una convicción de pecado.
  2. La búsqueda de la libertad.
  3. Reconocer que solo Jesucristo, mediante su obra en la cruz y su resurrección, puede perdonar al pecador que va a Él arrepentido, y dar la paz al alma.
La conversión, ese giro total hacia Jesucristo, conlleva un cambio completo de orientación y de objetivos de vida.
Las circunstancias de la conversión de Spurgeon ponen en evidencia la soberanía de Dios. En este caso empleó los contratiempos (una tempestad de nieve, una predicación improvisada) para dar la respuesta que este joven buscaba desde hacía tanto tiempo.

Para Spurgeon, estas circunstancias fueron una preparación para su futuro servicio. Desde muy temprano predicó el mensaje del Evangelio y se convirtió en el predicador más conocido y activo en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XIX.


Marcado por su experiencia, durante todo su ministerio se dedicó a presentar el mensaje de la salvación de la manera más sencilla, más accesible y más contundente posible.

De este modo, durante los cuarenta años de su ministerio para Dios, condujo un gran número de personas a Jesucristo.


¿Qué debo hacer para ser salvo? ...Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo. (Hechos 16:30-31)
En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos. (Hechos 4:12)

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