Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano... (2 Reyes 20:5)
Lectura recomendada: Lucas 18:2-5
Después de la Segunda Guerra Mundial era casi imposible ir a China. Sin embargo, eso era lo que yo realmente deseaba hacer.
Oí hablar de un pequeño barco que iba hasta Shanghái, pero no era de pasajeros. A pesar de ello cada día iba a la oficina de la compañía y preguntaba si podía embarcar. El empleado, aunque era muy amable, siempre rechazaba mi solicitud.
Al día siguiente volvía a insistir, hasta que un día el hombre me dijo: Debe ser muy molesto venir tan a menudo. Déjeme su número de teléfono y le llamaré cuando pueda satisfacer su petición. Le aseguré que yo no tenía nada más que hacer y que volvería cada día. Le dije que no lo iba a dejar tranquilo. ¡Al día siguiente obtuve mi billete!
Oí hablar de un pequeño barco que iba hasta Shanghái, pero no era de pasajeros. A pesar de ello cada día iba a la oficina de la compañía y preguntaba si podía embarcar. El empleado, aunque era muy amable, siempre rechazaba mi solicitud.
Al día siguiente volvía a insistir, hasta que un día el hombre me dijo: Debe ser muy molesto venir tan a menudo. Déjeme su número de teléfono y le llamaré cuando pueda satisfacer su petición. Le aseguré que yo no tenía nada más que hacer y que volvería cada día. Le dije que no lo iba a dejar tranquilo. ¡Al día siguiente obtuve mi billete!
G.C. Willis
Esta historia ilustra la actitud que el Señor nos pide cuando oramos (Lucas 18:2-5). Orar una y otra vez, otra vez, sin dejarnos vencer por el desánimo, hasta que la oración sea contestada.
Sin embargo hay una condición: "Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él (Jesucristo) nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho". (1 Juan 5:14-15).
Si estamos seguros de que nuestra petición es conforme a la voluntad de Dios, accionemos con fe esa palanca de la oración perseverante. ¡Y los cerrojos de hierro se romperán!
Si nuestra petición no es conforme a su voluntad, Dios nos dirá «no» y nos aclarará esta respuesta, siempre fortaleciendo nuestra fe (véase 2 Corintios 12:9).